19/2/09

Clásico Mundial de Béisbol: esperemos, falta poco.

A poco tiempo de comenzar el II Clásico Mundial de Béisbol, las noticias reflejan con bastante asiduidad el anuncio de algunas luminarias del béisbol profesional de que no integrarán los equipos de sus respectivos países. Por ejemplo, los pitchers venezolanos Johan Santana y Carlos Zambrano –participantes en la primera edición-, han informado que no conformarán la novena de su país-, mientras que Albert Pujols –destacado toletero dominicano protagonista también hace tres años-, ahora es probable que tampoco esté en la nómina del equipo quisqueyano.

Lo cierto es que a estas alturas de la segunda convocatoria organizadores, dirigentes de las Grandes Ligas y las Federaciones Nacionales de Béisbol de esos y otros países, no acaban de ponerse de acuerdo para trazarse un objetivo común que concite la presencia de los mejores peloteros en el evento más importante del béisbol mundial hoy día. Son muchos los intereses, donde predominan los económicos antes que defender la bandera de su país de origen.


Cierto es también que algunos peloteros profesionales del primer nivel han dado el paso al frente y representarán a la tierra que los vio nacer, pero otros no piensan así, como por ejemplo, el destacado relevista panameño Mariano Rivera, muy cuestionado en su país porque no quiso integrar la nómina istmeña en el primer Clásico, y ahora para el segundo, mucho menos.

Mariano Rivera es un hombre que surgió desde capas muy humildes en Panamá, sin embargo su ingreso a la Gran Carpa y el abarrotamiento millonario de sus arcas, le han hecho olvidar cosas tan esenciales como su origen. (P). Y pudiera mencionar otros casos de cara a un evento donde por única vez pueden reunirse todos los peloteros, sin excepción. (P). Hay que esperar, pues aunque sólo faltan unos días, aún pudieran conocerse más bajas de grandes ligas en sus respectivos equipos nacionales.

De otra parte, Cuba acudirá con sus mejores piezas, llenas de entusiasmo y seguras de reeditar otra gran hazaña.

La cohesión y espíritu de victoria de los peloteros cubanos, es un bastión inexpugnable frente al individualismo y el desinterés de algunos de quienes protagonizarán el II Clásico Mundial. Esperemos, falta poco.









































































































































































































































































12/2/09

Vuelta a Cuba sobre ruedas.

La afición al ciclismo está de fiesta en todo el país con la trigésimo cuarta edición de la Vuelta a Cuba, considerado con mucha justeza como el espectáculo deportivo que atrae más público en menos tiempo en nuestra nación.

Y lo que digo tiene como fundamento la experiencia propia de haber formado parte de la caravana multicolor en cinco ocasiones, narrando para la radio un acontecimiento deportivo de tal magnitud que conlleva una requiere de una exquisita organización y, claro está, un uso racional de los incontables recursos que se necesitan para su exitosa realización.

En primer lugar, debo señalar que la Comisión Nacional de Ciclismo, integrada por experimentados especialistas del deporte, comienza a organizar la Vuelta desde bien temprano, realizando recorridos desde Guantánamo hasta Pinar del Río y puntualizando todo al detalle, desde los lugares para el hospedaje de más de 300 personas hasta el estado de las vías por donde pasarán los intrépidos ciclistas.

A ello se suma el transporte, porque la Vuelta a Cuba requiere de un parque automotor seguro para sus tripulantes y, a la vez, rápido para que cada quien se ubique en el lugar que le corresponde durante el recorrido de las etapas. De otro lado, la Policía Nacional Revolucionaria o – la motorizada como también se le conoce-, es imprescindible para despejar cada trayecto y evitar cualquier tipo de accidente.

Pongo un ejemplo: en la bajada del imponente lomerío de La Farola los pedalistas son capaces de alcanzar hasta 100 kilómetros por hora en curvas y pendientes peligrosas. Es allí donde los llamados caballitos y los jueces de la competencia juegan un papel importante, previendo cualesquier tipo de accidente.

Y así cada año la bola recorre miles y miles de kilómetros a su paso por pueblos y ciudades, desde donde salen otros tantos cubanos para saludar a sus protagonistas.

Niños y pañoletas se confunden entre la vegetación exuberante y la policromía de colores de la caravana ciclística que, dicho sea de paso, se ha vuelto imprescindible en los febreros de cada año. ¡Qué viva la Vuelta!.