11/5/09

Dopaje en el deporte, un reto para la familia olímpica.

En el llamado deporte de alto rendimiento moderno en la búsqueda de más y mejores marcas, el mundo ha visto cómo en algunos casos, ese propósito está indisolublemente vinculado al uso de sustancias dopantes, prohibidas por Federaciones Deportivas Internacionales. Ahora: ¿cuáles son los orígenes, causas y consecuencias del dopaje en el deporte?.

Primero permítanme recordarle que el doping, según el Comité Olímpico Internacional (COI), es la administración o uso por parte de un atleta de cualquier sustancia ajena al organismo u otras tomadas en cantidad anormal con la intención de aumentar de un modo artificial y deshonesto de sus resultados en las competiciones. Para implementar este concepto, el COI ha publicado una lista de sustancias prohibidas al tiempo que ha desarrollado un programa de detección de drogas en los Juegos Olímpicos y competencias relacionadas para detener el uso de las mismas.

La aparición y proliferación del doping se debe a factores externos a la esencia del deporte, como el abuso de fármacos que se da en la actualidad y a la presión que ejerce la sociedad sobre el atleta al que le exige una superación continua de su rendimiento, a veces imposible de lograr por sus propias potencialidades.

Ante la avalancha de tramposos en el deporte, el COI y la Agencia Mundial Antidopaje (WADA por sus siglas en inglés), instauraron análisis de sangre para detectar la presencia de Eritropoyetina (EPO), que se usa con bastante asiduidad en Atletismo, ciclismo y esquí, aunque organismos especializados internacionales aseguran que sería bueno que esas pruebas se hicieran en otros deportes, como el fútbol, donde sólo se realizan test de orina.

En las sociedades modernas, tanto el deporte recreativo como el competitivo, ocupan un lugar prominente. Grandes empresas trasnacionales de televisión llevan a los deportistas a esfuerzos sobrehumanos y, por consiguiente, a una superación constante, y estos, ante la expectativas de mayores ganancias se subordinan a esa carrera desenfrenada. Sus potencialidades físicas y humanas llegan a un límite, pero su enajenación por alcanzar mejores resultados -entiéndase también como más ganancias-, le inducen recurrir al dopaje porque sus posibilidades naturales se han agotado.

Estos y otros factores hacen que la lucha contra el dopaje en el deporte tenga matices éticos, porque es un flagelo incompatible con la práctica deportiva. Si uno de los objetivos fundamentales de la práctica deportiva es el desarrollo integral del deportista, cuando aparece el doping ese propósito es cercenado ya que su práctica corroe al mismo, lo convierte en un objeto que se utiliza y manipula, es decir, pasa a ser visto como una máquina sobrenatural a la cual hay que amortizar en breve plazo con dádivas de toda naturaleza.

Esa desmesura por obtener más rendimiento y mayores ganancias ha provocado la muerte de no pocos atletas en el mundo, si no recuerden a la norteamericana Florence Griffith-Joyner, recordista mundial de los 100 metros lisos y reina del heptalón durante varios años, quien falleció prematuramente por ingerir sobredosis de sustancias anabolizantes.

El escándalo más reciente lo protagonizó la sprinter - por coincidencia estadounidense también -, Marion Jones, despojada de sus títulos olímpicos y mundiales tras admitir ante un juez federal que todo lo alcanzado por ella fue producto de engañifas de laboratorio.

El problema y sus posibles alternativas de solución es mucho más complejo de lo que algunos se imaginan. Se trata de emprender acciones concretas para erradicar el dopaje con el concurso de todos, con una filosofía homogénea y sin veleidades.

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